En el complejo y cambiante panorama económico actual, las pequeñas y medianas empresas (pymes) se enfrentan a un desafío crucial: la competitividad. Si bien este siempre ha sido un pilar fundamental para su supervivencia, la acelerada desregulación y la apertura de los mercados han redefinido por completo las reglas del juego. Ya no basta con ser eficientes; ahora, se requiere una visión estratégica que permita no solo subsistir, sino también prosperar. En este escenario, la constitución de un directorio en la pyme deja de ser una opción para convertirse en una necesidad imperiosa.

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Por Martín Yechua.
Tradicionalmente, la gestión de una pyme se centralizaba en sus dueños, quienes a menudo asumían todos los roles, desde la operación diaria hasta la toma de decisiones estratégicas. Si bien este modelo ha funcionado durante años, en un entorno desregulado y globalizado, puede convertirse en una limitación. La falta de perspectivas externas y la ausencia de un espacio formal para debatir y planificar a largo plazo expone a la empresa a riesgos innecesarios y la priva de oportunidades de crecimiento.
Aquí es donde el directorio adquiere un valor incalculable. Un directorio no es simplemente un órgano de control legal; es una mesa de debate, un espacio de reflexión estratégica y una fuente de experiencia diversificada. Integrar a profesionales con distintas trayectorias, ya sea en finanzas, marketing, tecnología o recursos humanos, le otorga a la empresa una visión 360° que el dueño, por sí solo, difícilmente puede alcanzar.
En un contexto de desregulación, las decisiones empresariales tienen un impacto magnificado. La eliminación de barreras comerciales y la mayor competencia exigen agilidad y una profunda comprensión del mercado. El directorio, a través de sus miembros externos, aporta una mirada objetiva y libre de sesgos emocionales. Su principal rol es desafiar el statu quo, proponer nuevas ideas y, en definitiva, empujar a la empresa hacia un futuro más sólido. Actúa como un sparring intelectual que obliga a la dirección a justificar sus planes y a considerar escenarios que quizás no se habían contemplado.
Un dato que subraya la urgencia de este cambio cultural es la baja tasa de supervivencia de las pymes. Según la información del Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación (2022), solo el 40% de las pymes argentinas supera los 5 años de vida. Si bien las razones son múltiples (falta de financiamiento, problemas de gestión, etc.), la ausencia de una planificación estratégica robusta y un gobierno corporativo claro son factores determinantes. Las empresas que logran sobrevivir y crecer son, en muchos casos, aquellas que institucionalizan sus procesos de toma de decisiones y profesionalizan su gestión.
Implementar un directorio en una pyme no implica ceder el control. Por el contrario, es una inversión en el futuro de la empresa. Los directores externos no buscan reemplazar al dueño, sino complementarlo. Su misión es proteger el valor del negocio, asegurar su continuidad y, sobre todo, garantizar que la empresa esté preparada para los desafíos que el mercado desregulado presenta.
En conclusión, las pymes que aspiren a ser competitivas en el nuevo ecosistema económico deben ir más allá de la gestión del día a día. Deben institucionalizarse y abrir sus puertas a la experiencia externa. La constitución de un directorio es el primer y más importante paso hacia la profesionalización y el crecimiento sostenible. Es la brújula que guiará a la pyme a través de las turbulencias del mercado, transformando la incertidumbre en una hoja de ruta clara hacia el éxito.

Martín Yechua, Director Ejecutivo de ADIRAS (Asociación de Directorios Asociados).


